Crónicas bicicletistas de La Paz


La Paz, nada de paz.

Advertencias conceptuales para entender mejor dicha crónica:

Bicicletista extraordinario: desarrolla acrobacias urbanas de clase y dominio, es fanfarrón, cancherito y bardero. Se cree el rey del asfalto, tenga fundamentos o no.

Primo: persona que practica deportes no convencionales en bicicletas preparadas.


Dicho distrito boliviano es el primer núcleo urbano más grande y poblado de Bolivia, con una cantidad de 1,552.156 habitantes y a 3.650 sobre el nivel del mar.
Sobre las montañas infinitas de casas color ladrillo se elevan hasta sus picos entre laberintos-caminos de tierra y cemento. Las calles –que cambian hasta tres veces de nombre- son desiguales y las veredas son angostísimas o no son, gran cantidad de calles carecen de veredas. Las subidas y las bajadas son realmente extremas, los suelos son empedrados o de tierra, pocas están asfaltadas. Hay escasos semáforos, los medios de transporte y los peatonistas juegan libre albedrío. A diferencia de Buenos Aires se encuentra un popular, el más popular, medio de transporte llamado “combi” unas camionetas rurales de modelos asiáticos, estos han sido reformados para que entre sentada mayor cantidad de gente sentada, vendrían a ser como “minis colectivos” en donde un “jalador” -persona que sacando la mitad del cuerpo por la puerta avisa a los gritos el destino y recorrido de la combi e invita a los peatones a subir- hace el trabajo de indicar en cada esquina el nombre de la calle por donde están pasando (también a los gritos) y cobrar el pasaje que varia entre cincuenta centésimos y dos bolivianos, y el chofer que se encarga de manejar y poner buena música folclórica a todo volumen para entretener a los pasajeros en el viaje. Las paradas de estas combis son aleatorias, cuando un pasajero quiero bajarse, pues avisa, la combi frena y el pasajero se baja, también están las paradas pre establecidas.
Los bicicletistas citadinos son escasísimos, los que pueden divisarse andan a los pedos esquivando las miles de combis, colectivos, taxis, camionetas, camiones, buses, motos y peatones libertinos que caminan realmente por donde se les canta las regaladas ganas, usan bicicletas de montaña con buena suspensión. Podrían entrar en la clasificación de bicicletistas extraordinarios, aunque después de observar dichas travesías se podría hablar de un nuevo concepto, que es el de bicicletista extremo.
Al contrario de bicicletistas podemos observar a la bicicleta como un medio de distracción o una actividad de recreación para los días sábados o para los que quieran relajarse luego de un día agitado, aunque mas allá de la locura, del estrés urbano, afloran oasis en forma de parques y plazas bien equipados para el deporte, el skate y la bici. Hay pistas exclusivas y alquiler de bicicletas, copado mayormente por primos y niños.
En el parque urbano Central Rosee Bell hay una pista de bicicletas con hoyas y senderos aptos para la diversión con el respectivo alquiler de bicicletas a su lado. Los mas pequeños usan triciclos, son muy pocos los casos de bicicletas pequeñas con rueditas de protección, lo novedoso es que los triciclos no son pequeños como los que solíamos usar cuando pequeños, sino que estos son rodado doce. Hasta se podría suponer que son una mejor solución al aprendizaje del uso del pedal. Los niños están acompañados por un tutor y estos literalmente corren detrás por si necesitara ayuda, respaldan y contienen al niño que esta aprendiendo ya sea en triciclo o en bicicleta.
Hay, también, ciclovias, estas se encuentran en las veredas y no en las calles, y son usadas por peatones distraídos que nunca entendieron el mensaje. No hay bicicletistas en las ciclovias, tampoco en las calles.
Inconmensurables cholas, gringos, mercados, puestos, turismo, medios de transportes y construcciones exóticas e incomprensibles ocupan el agujero entre las montañas que se hizo ciudad y revalsó hasta los picos de las montañas que hacen a la cordillera. El caos metropolitano encapsulado, implocionado entre tanta cacho de nieve, selva, flora y fauna que se empieza a disfrutar a menos de una hora de esta ciudad. Demasiado de todo, puntos extremos, bienvenidos a La Paz, quien en bicicleta vaya que se persigne ante el Tata Sebastian, patrón de los Rayos y mascador de coca, como todos acá.