Historicidad creíble luego de dos génesis increíbles

Personaje primero: Conde Mede de Sivrac

    Descartando orígenes remotos, la historia por la historia, menciona los principios de la bici reciencito a los finales del siglo XVIII (dieciocho para los que no saben de números romanos). Todo comienza en el 1790 por Francia cuando un Conde llamado Mede de Sivrac consume unos alucinógenos que provocan un encuentro con el finado Moctezuma, quien le indica con rayos de colores como debe construir una bicicletl (bicicleta para los sobrios). Al otro día, medio confundido el Conde, se dedica al artefacto en cuestión, mostrando tiempo después, a sus amigos ricachones el celerífero (que vendría a ser el homo sapiens sapiens de la bicicleta). Dicho armatoste estaba constituido por dos ruedas, un sillín y dos manijitas en el cuerpo del celerífero que servían para apoyar las manos (ver gráficos), era todo de madera y pesaba cuarenta kilos.

    Los amigos del Conde quedaron frenéticos con el juguetito, y para no ser menos, encargaron a sus carpinteros personales la realización de celeríferos para la trouppe. Demás está destacar la tendinitis y esguinces que sufrieron los ricachones al impulsar cuarenta kilos con las patas en una posición tan complicada.

    Los días domingo se paseaban en patota por las callecitas francesas para hacerse los cancheros frente a la visión de los pobres ciudadanos, que, resfregandose los ojos, creían ser victimas del mal estado del agua por aquellos tiempos. Luego de figurar ante los mirones, se iban a una colina toppísima a tomar té importado de Inglaterra acompañado de galletitas Oreo bañadas en chocolate que en aquellos tiempos eran más caras que ahora. El problema, como todos imaginamos, era el de la subida de la colina, al principio los integrantes de los cele-voladores eran quince, al mes sólo quedaban seis.

    Los años pasaban sin pena ni gloria y el celerífero había quedado latente sólo en el pequeño grupo de elite, quienes envejecieron, se dejaron de romper las pelotas con el juguete y lo heredaron a sus hijos y nietos.Alineación a la izquierda Alineación al centro Alineación a la derecha Justificar a ambos lados

    Una vuelta los petit cele-voladores pasaban como sus antepasados cancheriando por algún boulevard de la ciudad sin imaginarse que el Barón Kart Von Drais estaba curioseándolos desde el café “Rue des Lombards” quedando boquiabierto al ver tales artefactos, exclamando “la mer qui est plus felonesse”. Pero eso pertenece al Barón y no al Conde.

    Por supuesto, como todos, el Conde se cagó muriendo algún día que nadie recuerda. Levantemos las copas por su aburrimiento o por sus alucinaciones, que fueron llevadas a cabo por su aburrimiento, que concluyeron el génesis palpable de lo que hoy es la bicicleta. ¡Salú!